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Es de vital importancia que intentemos mantener nuestros niveles de actividad física dentro de las pautas recomendadas.

Se sabe que el ejercicio tiene un impacto profundo en el funcionamiento normal del sistema inmune. Se ha demostrado que ejercitarse regularmente a intensidad moderada mejora la respuesta inmune, disminuye la inflamación crónica y mejora varios indicadores inmunes en varias enfermedades, entre las cuales se incluyen el cáncer, el SIDA, la enfermedad cardiovascular, la diabetes y la obesidad.

La pandemia del covid-19 ha hecho que el distanciamiento social y el confinamiento puedan tener un efecto negativo en la inmunidad: los glucocorticoides como el cortisol se elevan durante períodos de aislamiento y confinamiento y pueden inhibir muchas funciones críticas de nuestro sistema inmune.

Cada sesión de ejercicio, en particular el ejercicio cardiorrespiratorio dinámico que involucra todo el cuerpo, moviliza de forma instantánea literalmente miles de millones de células inmunes, especialmente aquellos tipos de células capaces de ejecutar funciones efectoras tales como el reconocimiento y la eliminación de las células infectadas con virus.

En este sentido, es de vital importancia que intentemos mantener nuestros niveles de actividad física dentro de las pautas recomendadas. No solamente puede haber un efecto positivo directo del ejercicio en las células y moléculas del sistema inmune: se sabe también que el ejercicio puede contrarrestar los efectos negativos del estrés por aislamiento y confinamiento sobre varios aspectos de la inmunidad.

A pesar de que actualmente no existen datos científicos acerca de los efectos del ejercicio sobre los coronavirus, sí hay evidencia de que el ejercicio puede proteger a las personas de muchas otras infecciones virales, incluyendo la gripe, los rinovirus (causantes del resfriado común) y los virus relacionados con el herpes.

Es probable que al mantenernos activos impulsemos nuestro sistema inmune para ayudar a reducir al mínimo los efectos perjudiciales del virus, para mejorar nuestros síntomas, para acelerar nuestra recuperación y para disminuir la probabilidad de que podamos infectar a otras personas con quienes entremos en contacto.

Fuentes: Recomendaciones del Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM). Y del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, USA)